Luis Jiménez Martos
Biografía y obra

Con los ojos distantes (1970)

(Selección de poemas) 



CONSAGRACIÓN DE LA SANGRÍA


Cada trece de junio bajaba San Antonio al nombre de

                                        mi madre

y se ponía a decir felicidad mojando nuestras bocas.

Era siempre una fecha de ojos enrojecidos

con los que ver mejor Córdoba en su llanura.

Había madre en los dulces, el jardín y el olivo, las flores
                                           y la alberca.

Cada trece de junio se volvía a encender

la cera del milagro: hallar el escondite de unas cosas 
                                            perdidas,

aunque otra vez volvieran a perderse el mismo día catorce.

Sabía todo a homenaje costeado de arroz, mostos sureños,
                                           carne y un gazpacho bien frío.

Un año entero daba su gozo en los manteles.

Y hacia la media tarde era cuando poníase más redonda
                                           la fiesta.

Llegaban familiares abridores del turno de los besos.

Llegaban los amigos y crecía el jolgorio, cuando aquella

gramola nacida el año veinte rasgaba con su edad las 
                                            placas empolvadas.

El sol de San Antonio hundía tras los montes su antigua

coronilla e iba humedeciéndose la garganta lijosa 
                                           de la tierra.

Era este el anuncio mejor de la sangría.

La veo, la oigo llegar, un poco antes de la noche,

viajando en sus lebrillos, verde y flotante el fruto en su 
                                           alma roja y freca.

Traía consigo un júbilo próximo a derramarse y a sonar
                                           cada vez como una fuente.

Empezaba a mojar palabras, gestos, risas, chillidos

y hasta enfados con una lengua múltiple y hecha a besar

cristales, dando a la sequedad del vivir un olor hondo
                                            y denso.

A todos alcanzaba:
a los del baile en la azotea metidos en la hoguera del 
                                           abrazo
a los que preferían jugar a perseguirse por el jardín en
                                           sombras,

 a los mayores que miraban el mundo desde unos ojos 
                                           limpios de ilusiones,

desde unas bocas duchas en recorrer pasillos verbales 
                                           muy deprisa.

Oh sí entraba la sangre de la sangría en los jóvenes 
                            cuerpos y en los cuerpos gastados,

más, más, más

para ser la gran vena y la gran reina, el consuelo de

tristes, la inundación de las gargantas, el trago de la

noche del Sur sólo días antes que llegara el verano.

Cada trece de junio bajaba San Antonio al nombre de mi

madre a consagrar sangría para ponerla luego en un altar 
                            de gozo y repartirla.

Cierto estoy que él se iba tan alegre a su cielo.




ELEGIA


Has caído en la tierra con ojos asombrados.

Allí fuimos los niños que enseñaste.

Fue imposible cerrar las puertas de tu muerte.

Odio.

roto

solo.

Sigue saliendo sangre por tus sienes quebradas.

No es fácil abrir a tiros las ideas.

Hay arroyos que corren más que el tiempo.

Lloro

plomo

agosto.

Mil novecientos treinta y seis.

Y aún quema.


EN LA TORRE


Aquí lo tengo todo.
Me rodean cristales y retratos
del corazón, lloviznas y ruidos
del sueño, ojos que miran
mi propia historia.
Dicen que en el jardín acaba el mundo,
pero no. Esta es mi nave.
Ha habido una tormenta de naranjos
y ahora flotan riendo;
esta es mi nave y cruza
el meridiano en flor de los jazmines
y los atardeceres
con sus lechos tan tristes y amarillos.
No voy a perecer.

Es imposible.
Sí es que siento
la tentación mortal del eseoese
y una nube morada me visita,
despabilo tus cartas,
suben besos de pronto,
toco la fiel madera del amor.

Es mentira
que yo sea un cautivo
en esta habitación y que mis libros
sean voces de ceniza
y no soporte ya la voz humana.
Si llegan animales
voy y los acaricio dulcemente.
De cuando en cuando veo
aparecer una ciudad remota
-¿o está ahí?-
muy agujereada por las luces.

¿Tengo que pedir algo
para que entre también en este arca?

Dicen que en el jardín acaba el mundo.
Hay en el norte
de mi pared una humedad muy lenta
(se la escucha avanzar)
y el aire frota
su múltiple nariz con cada esquina.

Aquí lo tengo todo.
Aquí
en esta torre
altísima del miedo.